Uncategorized

#0062 “EDUCERE”

  La selección que someto a su consideración hoy apareció (y sigue apareciendo) en “Los Maestros Ascendidos escriben El Libro de la Vida”, y está íntimamente relacionada con el #46 (Cuestión de Actitud) que les enviara hace algunas semanas atrás. A todos aquellos que ya la hayan leído, les solicito encarecidamente que vuelvan a considerarla ahora a la luz de lo antes explicado. A los que entran en contacto con este material por primera vez, te recuerdo que, a fin de cuenta, a todos nos toca desempeñarnos como educadores (de alguna manera), por lo que este escrito ES CONTIGO.

“EDUCERE”

Se nos viene encima el momento en que debemos estar conscientes de una forma de educación apropiada para nuestra Era.

La primera obligación que el educador debe encarar es caer en la cuenta de que el niño es un ser espiritual con poderes latentes y atributos Divinos esperando desenvolverse. Él viene a la vida con una misión propia para llevar a cabo.

Así como los tiernos retoños de una joven planta fuerzan su camino a través de obstrucciones aparentemente imposibles, empujando fuera de su camino a objetos de considerable tamaño, así el potencial Divino del joven niño se esfuerza por exteriorizarse en manifestación concreta.

Hasta ahora se ha recibido al infante que llega con una fórmula más o menos recetada, la cual ha sido impuesta desde afuera, y a la cual se espera que él se ciña en el hogar, en la escuela y en la sociedad en general.

Solamente los más vigorosos han empujado a través de la corteza del egoísmo paternal, de la ignorancia de los maestros y de la costumbre social establecida, y han hecho florecer en su totalidad aquello que una vez estuviera contenido dentro de la semilla. Cuántos poetas, artistas, filósofos y científicos han visto cómo sus grandes habilidades naturales son obstaculizadas por tutores hasta el punto que la Providencia misma tuviera que meter la mano, haciendo ver a su sujeto como un ser aparentemente vagabundo antes que el mundo entero pierda lo que el genio ha venido a lograr específicamente en la vida.

Las conciencias entrantes de la Nueva Era serán más evolucionadas, más sensibles a sus propias insistencias internas, y más convencidas de su servicio individualizado a la vida. Es una oportunidad sin precedentes la que enfrenta la educación cuando mira hacia adelante y se involucra en preparase ahora para sus responsabilidades utópicas. No hay otro camino que el de regresar a la “Casa del Padre”.

Al estar actualmente pasando por el difícil período de transición, debemos hacer uso sabio del cayado del sentido común para guiar nuestros pasos a través del abismo desde el presente hasta el futuro. La razón por la que las utopías han fracasado anteriormente es porque se realizó un esfuerzo para asumir lo nuevo antes de haber sido comprobado científicamente válido, y sin salvar el abismo con aquello que había sido de valor práctico en el pasado. Lo nuevo debe evolucionar naturalmente de lo viejo; no puede ser prematuramente impuesto con éxito.

Para hacerle frente a la situación, no hace falta decir que los mejores maestros de la Nueva Era serán los “nacidos naturalmente”, imbuidos con la sabiduría, con un profundo y sincero amor aunque algo impersonal, dispuestos a exponer la Verdad sin sesgo y a eliminar las viseras de equivocaciones que han camuflado a la realidad. Aquí no se quiere sugerir el acercamiento negativo del encuentro de faltas personal, lo cual tiende a amplificar la desconfianza, el desánimo y el antagonismo. Es mejor estimular el interés en el correcto pensar, inspirar el despertar espiritual y evocar la Cualidad Divina de la discriminación la cual, por sí sola y desde adentro, iniciará una respuesta constructiva.

Una unicidad de principios fundamentales imperará en la nueva educación, la cual tendrá un alcance internacional. Sobre este fin las materias serán revisadas. El estudiante llegará a depender menos en bibliotecas externas para obtener el conocimiento; sacará más de la enciclopedia de la sabiduría que, por tanto tiempo ya, ha estado olvidada dentro del alma. Desde sus años tempranos, el estudiante ha de pasar al aire libre tanto tiempo como sea posible, bañándose en la luz impersonal del sol, haciéndose de la compañía de pájaros, flores e insectos. Así tendrá la oportunidad de observar la fuerza vital expresándose a través de ellos, hasta que lo externo haya tomado forma individual según el patrón interno.

Al acercarse a la madurez, a medida que comience a experimentar la misma fuerza-de-vida natural creativa surgiendo dentro de sí, la reconocerá por lo que en realidad es: La Vida Divina surgiendo hacia la manifestación. Aprenderá a verla impersonal y científicamente, y la considerará con reverencia y respeto. La encontrará obediente a su control.

Guiado por altos ideales y pensamientos excelsos, estará en capacidad de dirigirla dentro de canales constructivos. Escapará, así, del atolladero del deseo, de la esclavitud de la pasión, de la ebriedad del fango, del embotamiento de los sentidos más finos. En vez, se convertirá en un genio creativo, en un dios por derecho propio, dirigiendo a través de su centro cardíaco una profunda compasión por la humanidad; a través de su voz, el poder de comandar; a través de sus ojos contemplará la perfección sin engaño; a través de su cerebro magnetizará, desde la Mente Universal, ideas que nunca antes se han manifestado para beneficio de toda la humanidad. Finalmente, a través de la carne podrá convertirse en un canal mediante el cual se construya un vehículo físico para que lo habite una corriente de vida que entra.

¿Podrán las escuelas del futuro encarar una tarea más noble que la de educar… “educere”… “guiar hacia adelante” dentro de la manifestación concreta, el potencial Divino dentro de nuestra juventud?