#0025 EPISODIO DE LA TORMENTA (Brother Bill)
La Enseñanza de los Maestros está por todas partes. En esta ocasión, les ofrezco un testimonio que, en su libro “MILAGROS DE HOY” nos presenta William J. Cassiere (BROTHER BILL), quien fuera uno de los Mensajeros designados por Saint Germain para asistir al Mensajero Titular Guy Ballard en la expansión de la Enseñanza del “YO SOY”, secretario personal y amigo íntimo de Godfre hasta el final:
……….Puede ser de utilidad relatar otro milagro que tomó lugar con el mismo amigo mencionado en el capítulo II. (v.g. Episodio de las Polillas) Como dije en ese capítulo, las lluvias fueron excepcionales esa primavera. Mi carro era viejo -pero fiel al amor que le había prodigado- y durante la tormenta nunca titubeó, aún cuando se hizo necesario reducir la marcha a diez millas por hora. La lluvia chocaba sobre el parabrisas con tal furia que escasamente podía ver la carretera. Teníamos que mirar cuidadosamente o podríamos realizar un giro equivocado o pasarnos nuestra entrada. Los relámpagos destellaban casi incesantemente, realmente oscureciendo el camino en vez de iluminarlo. Delineaban el contorno de las señales, las casas de las granjas y otros objetos al borde del camino haciéndolos ver grotescos, después de lo cual la oscuridad nos sumergía en la más profunda lobreguez. La hora era avanzada, y solamente estaban afuera aquellos viajeros a quienes les era imperativo continuar su camino, de manera que encontramos comparativamente pocos automóviles en la carretera. Los que encontramos parecían, de momento, un amigo con una sola oportunidad de conocerlo en un lugar apartado. Pero tan pronto pasaban, el circundante manto de oscuridad se hacía tan denso que nuestros faros no eran capaces de penetrarlo más que unos pocos metros. Mi amigo y yo estuvimos hablando sobre la Luz Blanca y las Leyes de la Vida, pero en nuestro viaje de tres horas nuestra conversación decayó y luego menguó del todo – y mi amigo se durmió. Para mantenerme despierto y para sobreponerne a la monotonía y a la aparente igualdad de cada kilómetro, yo decretaba y afirmaba silenciosamente que la lluvia cesara cuando llegáramos a nuestro destino, al menos mientras fuéramos a entrar a la casa. Agregué, “Después de eso permite que continúe o no según sea conveniente.”
……….Recordé que llueve para el justo y para el injusto por igual. Sin embargo, también recordé que si uno conoce las Leyes de Dios y trabaja con ellas, el Deva de la tormenta trabajará contigo, igual que otras fuerzas de Dios te sirven cuando las amas lo suficiente y haces de ellas tus servidoras. Los habitantes de los elementos (pequeños elementales) son seres conscientes a pesar de que no son humanos. Ellos no tienen cuerpo como los humanos, al contrario, la substancia de su cuerpo es etérica, no densa como la del cuerpo humano. Ellos responden al amor, y por amor quiero decir un elemento que es diferente y mayor que las tres pequeñas palabras que los humanos utilizamos para lograr propósitos físicos. El amor del cual hablo es una fuerza, una substancia tangible, un poder para dirigir por medio de la voluntad consciente de la persona que está usándolo. El amor es como la electricidad y puede ser generado a voluntad. ¡Úsenlo! Se dice que un joven le escribió a Thomas Alva Edison y le preguntó qué era la electricidad. El Señor Edison respondió, ” ¡la Electricidad ES; ÚSALA!” Así que yo te digo a ti, ¡EL AMOR ES; ÚSALO! De modo que envié adelante una nube generada de ese Amor para hablarle así a los pequeños habitantes de los elementos. Cuando llegamos a casa el lugar más cercano a mi cabaña, a donde podía llevar el automóvil con seguridad a través del chaparrón, era cerca de media cuadra hasta la casa. Eso significaba que si mis decretos – el Amor que había dirigido a los elementales – no había llegado a su destino, entonces, después de estacionar el auto a la orilla de la carretera, tendríamos que hacer una embestida desde ahí a través de la tormenta.
……….Yo frené y mi amigo comentó, “Está lloviendo más fuerte ahora que nunca desde que dejamos Chicago.” “Seguro”, repliqué, “la tormenta se está auto-agotando. Yo creo en la Luz y Dios no puede fallar en contestar ¡una llamada a la Luz! ”
……….En ese instante, como si un dosel se hubiera elevado sobre nosotros, notamos que el sonido de la lluvia cayendo en el techo del auto había cesado. Caminamos entonces la distancia hasta la cabaña y entramos, y luego la lluvia cayó otra vez, como dijo mi amigo, más fuerte que nunca -o así nos pareció. Parece ser que hay más Tomases incrédulos que creyentes en las Leyes de la Vida, no obstante mi compañero comentó que él no sabía qué había hecho yo pero al menos las cosas pasaron de la manera en que yo quería que pasaran. Yo le comandé, “Mira mis zapatos – y ahora ¡mira los tuyos! Los míos están limpios; tú tienes lodo aún en los lados y arriba de los tuyos ¿por qué? Pues, porque dudaste; ¡yo creí! Tú faltaste a Dios y por eso tus zapatos son la prueba de tu mundanalidad. Tú también puedes comandar la tormenta. Tú también puedes tener a Dios en tu lado – pero hay una cosa que debes recordar: si quieres a Dios en tu lado tienes que invitarlo – ¡amorosamente, jubilosamente, graciosamente! Trae a tu mente como ocurrieron los milagros de Jesús y sus discípulos. El más vívido en mi mente fue cuando Jesús, separándose del grupo, aún afuera de la tumba de Lázaro, sostuvo sus manos sobre su rostro para detener la visión de la multitud y su asombro, y habló a Su “Presencia”: Padre gracias te doy por haberme oído. Yo sé que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro ven fuera! [Juan 11:41-43]. Observa que Jesús agradeció al Padre (el “YO SOY”) por adelantado. Observa también que Él estaba seguro de Sí mismo, aún incluso más seguro de que el Padre no podría -de ningún modo – negarse. ¿No dijo Dios, Declara una cosa y te será firme [Job 22:28]? De modo que le digo a aquella gente bendita que rezan a Dios:
1. Agradezcan a Dios como hizo Jesús -por adelantado.
2. ¡Decreten! ¡Crean! [Marcos 11:24], ¡Acepten!, porque Dios no puede fallar, no más que lo que el sol puede dejar de brillar.
……….Sé que mucha gente ha sentido que Dios les falló. No fue Dios quien falló; fuiste tú. Tú fallaste en tu Aplicación en alguna parte. Su Ley es inmutable, inalterable e incambiable. Él no puede fallar. Busca en ti mismo y ve en qué has fallado. En otra ocasión, yo llevaba una pintura de Jesús caminando sobre el agua bajo mis brazos por dieciocho millas. Por no tener para el pasaje, me tocó caminar. Estaba lloviendo, así que decreté que la pintura no fuera dañada. Cuando llegué a mi destino mis amigos no podían creer que yo hubiera caminado en la lluvia toda esa distancia. ¡NI LA PINTURA NI YO NOS MOJAMOS! Todavía en otra ocasión caminé cuatro cuadras a través de un chaparrón. Yo había pedido por un paraguas electrónico de Luz usando el Salmo 91. Mi gente pensó que yo había viajado en taxi, porque ¡no estaba mojado!